En el campamento antinuclear de Faslane se prepara una fiesta. El comedor, una cabaña tronada y decadente, hecha con maderas, que sirve también de cocina y de espacio comunal, está preparado para la cena. Michelle y Joe se han encargado de dejarlo todo a punto: hamburguesas vegetales con patatas, zanahoria y ensalada. A la pared, una pancarta donde se puede leer: “Bienvenidos a casa, convoy stoppers”. Jamie Watson es uno de los primeros en llegar. Hace pocas horas que ha salido de la comisaría. Él, Heather, Francesco y Bianka. “Paramos un convoy de camiones cargado con armamento nuclear y hemos estado cuatro días detenidos, acusados de alteración del orden público y de resistencia a la autoridad”, explica. Hoy es el primer día que los cuatro compañeros de lucha vuelven al campamento de activistas antinucleares situado al bosque que bordea la base militar de Faslane, a la costa oeste de Escocia, unos treinta kilómetros al norte de Glasgow. En total, seis personas y once caravanas viejas, la mayor parte, vacías.
Durante más de tres décadas este campamento, ahora ya un poco viejo, ha sido un estorbo para los responsables de la política nuclear británica. Las protestas contra los submarinos con armamento nuclear de esta base naval del ejército británico fueron un referente para ecologistas y pacifistas dentro y fuera del Reino Unido. Cuando se creó el campamento, a primeros de los ochenta, llegaron a vivir hasta 30 personas. Pero hace 15 años las amenazas constantes de desalojo y el aumento de la presión policial lo complicaron todo. Cada vez había menos gente y la situación fue de mal en peor hasta que el verano pasado estuvo a punto de cerrar.
Resistir hasta el final // “El desmantelamiento se planteó en un momento delicado, en plena campaña para la celebración del referéndum de la independencia. Hay que tener en cuenta que el traslado de los submarinos con armamento nuclear es uno de los temas polémicos del debate”, explica Jamie. “En caso de independencia, el gobierno escocés se ha comprometido a retirar los submarinos de la base naval de Faslane. Por lo tanto, no podíamos permitir que en un punto tan decisivo del debate este campamento desapareciera”, añade. Y, movido por el altruismo, Jamie, de 32 años, dejó el trabajo de auxiliar de enfermería en Glasgow para instalarse en una de las once caravanas del campo. De esto ya hace casi un año. Heather, de Polonia; Francesco y Bianka, de Italia; Michelle, de Bélgica, y Joe, de Inglaterra, se han unido después.
Los seis tienen claro que el resultado del referéndum será clave para aclarar el futuro de las armas nucleares. El Sí no garantiza una solución total, pero pondría las cosas más fáciles. El complejo militar de Faslane es un enclave básico para la armada submarina británica y su fuerza de disuasión nuclear. Por eso el ministerio de Defensa británico ya ha anunciado que la retirada de los submarinos y las armas nucleares no será fácil, o, al menos, no tan fácil como propone el gobierno escocés: “Las negociaciones serán complejas. Se tendrán que valorar los costes económicos, que serán muchos, y también los problemas técnicos que se puedan derivar. Habrá que ver si es posible”. Y por si las cosas no fueran suficientemente complicadas, hace unos meses el rotativo The Guardian citaba una fuente anónima del gobierno del Reino Unido según la cual, en caso de independencia, la retirada del armamento nuclear se incluiría en un paquete amplio de negociaciones.
“Podría ser, por ejemplo, la contrapartida en la negociación para que Escocia pueda continuar utilizando la libra esterlina. Por lo tanto, es obvio que desde Londres habrá presiones para que el gobierno de Edimburgo renuncie a sus compromisos. Pero por estamos a aquí, para asegurarnos que el primer ministro escocés, Alex Salmond, cumple su palabra y no hace ningún paso atrás”, comenta Jamie en una conversación de sobremesa. Heather, Francesco, Bianka y Joe no lo escuchan porque están entretenidos tecleando el móvil, quizás respondiendo correos, quizás escribiendo whatsapps para explicar que están bien, que ya han salido de la comisaría. Se hace silencio y Jamie también coge el teléfono. Sólo la voz de Michelle, que hasta ahora había sido adormilada en uno de los sofás de la cabaña, rompe la tranquilidad del ambiente: “Chicos, esto no es un cibercafè!”.
(Roger Cros / Oriol Gracià / Diari ARA). Otros perfiles de la série: “Bienvenidos a casa, convoy stoppers” – Escocia. Retratos (1) // “Gaélico escocés de ciencia-ficción” – Escocia. Retratos (2) // “Periodismo comprometido” — Escocia. Retratos (3) // “Más vikingos que celtas” – Escocia. Retratos (4) // Cura y asesor de Mel Gibson – Escocia. Retrats (5) // El último whisky escocés familiar – Escocia. Retratos (6)