Si la semana pasada el ministro de Finanzas británico, George Osborne, aseguraba que Escocia tendrá que abandonar la libra esterlina en caso de independiencia, ayer, Alex Salmond, el primer ministro escocés, quiso responder al discurso unionista de Westminster con la misma contundencia: “Si no hay acuerdo para continuar con la libra de manera pactada, Escocia no aceptará el pago de la parte proporcional de la deuda que le corresponde”. Así, a golpe de declaración y contradeclaración, la campaña política a favor y en contra de la independencia de Escocia va tensando las cuerdas y sube de tono a medida que nos acercamos al referéndum del 18 de septiembre.
Ayer por la mañana, en Aberdeen, Alex Salmond replicó al ministro británico ante un centenar de empresarios de Business for Scotland, un think tank próximo a las tesis soberanistas. El primer ministro escocés se reafirmó en su intención de mantener la libra en caso de independencia: “Estamos a favor de una moneda compartida porque, si queremos asegurar la estabilidad económica, es de interés de Escocia y del Reino Unido. No hay plan B porque creemos que esta es la mejor opción”. Salmond basó su discurso en un estudio económico encargado por el mismo gobierno escocés según el cual la implantación de monedas diferenciadas significaría un sobrecost de 500 millones anuales de libras —algo más de 600 millones de euros— en las transacciones económicas entre Escocia y el Reino Unido.
Y es por este motivo que Salmond se mostró tranquilo: “Las palabras de George Osborne se tienen que entender en el marco de una táctica pactada entre conservadores, laboristas y liberales británicos para confundir la opinión pública escocesa y debilitar la campaña del sí. Estoy seguro que al final prevalecerá el sentido común y que Westminster aceptará nuestra propuesta de moneda compartida”. Pero justo después de la intervención del primer ministro escocés, el líder de la plataforma unionista Better Together, Alistair Darling, reiteró: “Mantener la libra será económicamente inviable porque habría que llegar a acuerdos muy complejos en cuanto a los impuestos, el gasto y el endeudamiento. Por lo tanto, si Escocia se va, también tendrá que dejar la zona esterlina. La amenaza de no pagar la deuda no parece creíble, porque iría en contra de la credibilidad internacional de una Escocia independiente”, añadió.
La opción de la moneda propia
Pero además de sembrar confusión entre la ciudadanía, el debate sobre la moneda también puede poner en peligro la unidad de las fuerces independentistas que se aglutinan bajo el paraguas de la plataforma Yes Scotland, la organización transversal integrada por el Partido Nacionalista Escocés, los socialistas, los verdes y algunos miembros del Partido Laborista, además de entidades sindicales y ciudadanas. Y es que las palabras del ministro de Finanzas británico, George Osborne, han llevado al exparlamentario laborista Dennis Canavan; al portavoz del Partido Socialista, Colin Fox, y al parlamentario del Partido Verde Escocés Patrick Harvie a unirse para reclamar un plano B. “El Gobierno escocés tendría que considerar la posibilidad de crear una moneda propia. No podemos ignorar la contundencia de las declaraciones del ministro de Finanzas británico. Afrontar siete meses de campaña con una apuesta política que ya ha sido descartada desde Westminster no es una buena estrategia. Es evidente, pues, que hay que plantear alternativas”, aseguran. El socialista Colin Fox cree que “una moneda propia ayudaría a protegerse de la especulación internacional y evitaría que las decisiones en política monetaria estuvieran en manos del Reino Unido o de la Unión Europa, en caso de optar para unirse al euro”. Pero, de momento, a pesar de estas peticiones, Blair Jenkins, el jefe de la campaña proindependentista Yes Scotland quiere evitar polémicas y se mantiene partidario de la postura oficial del Partido Nacional Escocés: “El objetivo es trabajar para una unión monetaria pactada con el Reino Unido”. (Diari ARA, 18/02/2014) (Foto: BBC)