RESTAURANTE BOTÀNIC, TORTOSA.
Si estuviéramos en Barcelona podríamos utilizar la frase hecha catalana de ‘volta al món i torna al Born’. En Tortosa no tenemos una expresión equiparable, pero la frase va bien para definir la trayectoria del chef leridano Carles Barberà, que hace veinte-cinco años abrió el restaurando Julivert —un histórico a la capital del Baix Ebre— en el callejón sin salida que queda algo más arriba del antiguo cine Fèmina, al ensanche tortosino. Ahora, después de un periplo por varios restaurantes, Barberà ha vuelto en aquel mismo local, ocupado desde hace dos años por el Botànic.
Con la nueva dirección de cocina, Jordi Mauri y Xavi Galiana —los dos jóvenes propietarios del restaurante— han tomado una decisión acertada. Porque desde que Carles es al frente de sus fogones, el restaurante ha hecho un salto gastronómico con una carta nada ostentosa —más bien de vocación popular— pero refinada: raviolis rellenados con crema de bogavante y salsa marinera de gamba roja, caracoles a la lata salpimentados con aquella destreza que sólo tienen los nacidos en la terra ferma (Lérida) o pastel de foie mi-cuit con manzana y recubierto de una capa caramelizada que aporta una textura crujiente sin ser farragosa, a la vez que potencia el punto sutil y deliciosamente amargo del hígado.
“El sushi está también a la punta de lanza de una carta que sabe combinar los platos de la cocina mediterránea con la emergente influencia de la gastronomía nipona”
El Botànic también se ha convertido en uno de los mejores locales de la ciudad para disfrutar de la cocina japonesa. El tataki de atún rojo Balfegó excelente materia prima— con entonces tostadas de sésamo es un plato sabroso de preparación relativamente sencilla, pero que requiere de la habilidad para marcar los dados a la sartén sin que pierdan el sabor y la textura del pescado crudo. El sushi elaborado con arroz, de grano corto y redondo y acompañado de atún, bacalao y salmón es también a la punta de lanza de una carta que sabe combinar los platos de la cocina mediterránea con la emergente influencia de la gastronomía nipona.
El local, pero, también es singular por su puesta en escena: un espacio diáfano, con un reservado en la zona del altillo, luminoso y que ha pensado bien el interiorismo con toques industriales y elementos de la arquitectura zen. Entre el personal, además, se reconocen trabajadores de otro histórico de la ciudad, el restaurante Rosa Hueso, que cerró ahora debe de hacer diez años. Un cúmulo de experiencia en un equipo de cocina y sala que garantiza comer de gusto y sentirse muy servido. Para saber más: C/ TeodorGonzález, 38. Tortosa. // Tel. 977 44 52 56 // www.botanictortosa.com //Artículo publicado originariamente a la revista L’ESTEL con fotografías de Josep Piñol.