Esta semana se cumplen justamente seis años que me fui a vivir a la ciudad occitana de Le Puy-en-Velay donde pasé uno de los años más intensos de mi vida. Todavía pienso a menudo en ese período… subir por las escaleras de la cathédrale, visitar la vierge o “escalar” la chapelle de Saint Michelle son rituales indispensables de cualquier visitante de esa población. Pero más allá del esplendor patrimonial, lo que más me atrae de esta ciudad occitana es el mercado de payés de la place du Plot, el sábado por la mañana. Cuando voy, me gusta comprar queso (du pays, bleu de l’Auvergne, cantal…) y algún embutido..
De hecho, mis visitas a Le Puy —si puedo voy dos veces al año— son un encuentro amistoso y gastronómico. Y es que alrededor de la mesa es donde se disfruta mejor de los amigos y de la buena comida. La combinación es interesante: yo llego con aceite, pastissets y los ingredientes para hacer un buena fideuà; ellos traen le sirop, la bière, las lentilles vertes du Puy y algún saucisson. El queso lo compramos al mercado. Y comiendo, las conversas se hacen eternas y sabrosas.
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