El grito de ‘Pazi Snajper!’ —’Vigilad, francotiradores!’— hace tiempo que no se oye a la avenida Mese Selimovica de Sarajevo, pero veinte años después del inicio de la guerra el rastro de las balas que intercambiaron los serbios, los croatas y los musulmanes de Bosnia todavía se puede reseguir dando un vistazo a las paredes de los edificios del ‘bulevar de los francotiradores’. El país vive en paz y poco a poco intenta cerrar heridas, pero las tres comunidades continúan divididas, desconfiando y mirándose de reojo, en un Estado políticamente débil y económicamente muy empobrecido. Y precisamente, la desesperación para esquivar los golpes de la crisis ha empujado los bosnios a aparcar las diferencias aparentemente infranqueables, incluso entre los militares que desde abril de 1992 y hasta diciembre de 1995 se enfrentaron en el campo de batalla.
Aquella Avenida que hace años se erigió como paradigma de la barbarie y la división étnica al corazón de la antigua Yugoslavia, acoge ahora una protesta unitaria de un millar de veteranos de guerra, sin distinciones ideológicas ni culturales. Y es que desde el 22 de marzo exmilitares serbios, croatas y musulmanes llegados de todo el país hacen turnos en una huelga de hambre al aire libre, alojados en una treintena de tiendas para desafiar la frialdad nocturna la avenida Mese Selimonica. Reclaman ante el Parlamento y la sede del Gobierno de Bosnia-Herzegovina que se los pague la pensión prometida por las autoridades.
“Hace más de veinte meses que esperamos cobrar. Nos ampara la ley y sólo pedimos que el gobierno cumpla la legalidad”, lamenta Sehic Mujo, un exmilitar que con 22 años arriesgó la vida con la Armija, el Ejército Bosniomusulmano. “Todavía estaba en el instituto cuando empecé a luchar en la guerra y ahora me lo agradecen de este modo?”, se pregunta no muy lejos Stasko Bozic, quién había formado parte del ejército Croata de Bosnia (HVO). Su situación es similar a la de unos 1600 exsoldados de las nuevas Fuerzas Armadas, un cuerpo militar fundado en 2005 para integrar el ejército bosniocroata, el serbobosnio y el de la República de Bosnia-Herzegovina. El año 2010, esta acción para profesionalizar y rejuvenecer las fuerzas armadas obligó a prejubilar a todos los combatientes mayores de 35 años que a fecha del 23 de diciembre de 1995 habían formado parte al menos durante diez años de uno de los tres ejércitos enfrentados en la guerra. Pero las pensiones prometidas en aquel momento nunca han llegado.
La tensión se intensificó hace quince días cuando el Presidente de la Junta de Ministros, Vjekoslav Bevanda, presentó en el Parlamento un borrador de los presupuestos del 2012 que no contemplaba ninguna partida para sufragar la deuda con los veteranos del ejército. “No hay más tiempo para perder, no tenemos ni para comer. La situación es insostenible”, explica Rade Dzeletovic, representante de los militares serbobosnianos en la mesa de negociaciones con las instituciones. El Gobierno ha asegurado que trabaja para solucionar el problema, a pesar de que es muy consciente que su margen de maniobra es muy limitado sobre todo por la estrechez presupuestaria que le exige el Fondo Monetario Internacional en la negociación de nuevos préstamos. De hecho, las dificultades económicas que vive el país, hacen que desde el ejecutivo se priorice la agenda estrictamente política por delante de las necesidades sociales. Y si las dinámicas no cambian, pronto la mitad de la población estará al paro y una cuarta parte de los casi cuatro millones de ciudadanos tendrán que sobrevivir por debajo del umbral de la pobreza. Y en este contexto, la deuda de las pensiones acumuladas desde el 2010 ya ha subido hasta los quince millones de euros.
Como solución de emergencia, el Presidente de la Junta de Ministros ha propuesto transferir la gestión de las pensiones a las dos entidades políticas que forman el país: la Federación de Bosnia-Herzegovina y República Srpska. “Esta decisión prevé, también, la reducción de las pensiones en casi un 30%. Con el que nos quede no tendremos suficiente para mantener la familia. Es por eso que no pararemos la protesta. Quienes fuimos enemigos durante la guerra, ahora, nos hemos unido para defender una causa común”, sentencia Rade Dzeletovic ante la puerta del Parlamento. Entre declaraciones cruzadas de exmilitares y autoridades, los manifestantes no tienen ninguna intención de desmontar las tiendas del ‘bulevar de los francotiradores’, una avenida que justo veinte años después del inicio del conflicto está en el centro de una nueva guerra.
Reportaje publicado a La Vanguardia del domingo 8 de abril de 2012. // Texto: Oriol *Gracià // Fotos: *Xose *Quiroga (www.xosequiroga.com)
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