Cuando Scott Manson se acerca a la gente que hace cola para entrar en la carnicería JohnBain&Son —“Aquí hacen los mejores Scotch pies [pasteles de carne] de Edimburgo”, asegura—, una señora con un paraguas azul y rojo frunce la nariz. “No me venga a convencer, tengo claro que votaré no a la independencia, es inviable”, dice la mujer antes de que Manson le pueda entregar el folleto de la campaña YesScotland. Estamos en el barrio de Stenhouse, una zona residencial al este de Edimburgo. El termómetro roza los tres grados y cae un chirimiri molesto. Pero ni el frío, ni la lluvia, ni la actitud beligerante de algunos ciudadanos han desanimado los veinte voluntarios que han salido a la calle para hacer campaña a favor del sí al referéndum escocés. “Será complicado convencer los partidarios del no, pero hay muchos indecisos y los tenemos que seducir”, comenta Manson. Y, para hacerlo, sólo les quedan ocho meses. El referéndum se celebrará el 18 de septiembre y de momento el no continúa al frente de las encuestas, que, con algunas variaciones, sitúan el sí alrededor del 35% y el no al 50%. “Estamos seguros de que los próximos meses notaremos cambios, quizás a partir de febrero o el marzo. Serán cambios muy graduales, pero conseguiremos dar la vuelta a los resultados”, argumenta Gordon MacDonald, parlamentario del Partido Nacional Escocés, que hoy también se ha sumado a la campaña informativa.
Las encuestas, inmóviles // Habrá que ver como evolucionan las encuestas, pero el caso es que los últimos meses ni la publicación del libro blanco —el documento de 670 páginas que el gobierno de Escocia presentó en octubre como hoja de ruta de la independencia y que tenía que servir para convencer la opinión pública— ni las acciones de la plataforma YesScotand, que agrupa partidos políticos y asociaciones ciudadanas independentistas, han conseguido hacer variar de manera clara los resultados de las encuestas. “Los escoceses saben que este gobierno es serio y responsable, con capacidad para liderar el proceso político. Y esto tarde o temprano se traducirá en más apoyo a la independencia”, destaca MacDonald refiriéndose a un sondeo del otoño en que el 57% de los ciudadanos estaban satisfechos con la acción de gobierno de Escocia, la cifra más alta del último año. Pero el periodista David Torrance, que acaba de publicar el libro The battle for Britain, lo cuestiona y cree que los nacionalistas escoceses pueden ser víctimas de su propio éxito: “El primer ministro, Alex Salmond, ha optimizado las competencias del gobierno de Escocia y ha sido capaz de consolidar cierto nivel de bienestar, y precisamente por eso, porque buena parte de los escoceses tienen sensación de confort, no ven la necesidad de asumir los riesgos que plantea la independencia”.
Ahora bien, esta sensación de confort puede hacer agua si se acaban confirmando las intenciones de George Osborne, el ministro de Hacienda británico, que a principio de mes propuso un recorte de 30.000 millones de euros para cumplir con los objetivos de déficit de aquí al 2018. Macdonald afirma: “Los recortes sociales del gobierno de David Cameron y el giro hacia la derecha de los laboristas, el principal partido de la oposición, pueden asustar a los votantes escoceses. Si los indecisos, mayoritariamente de izquierdas, intuyen que Londres pone en peligro el estado del bienestar, es posible que se acaben sumando en el tren de la independencia”. A parte de los recortes, las elecciones europeas de mayo serán otro acontecimiento que habrá que tener en cuenta. Si, como domingo publicaba The Independiente, se confirma la victoria de los antieuropeistas del UKIP en Inglaterra y del SNP, proeuropeuo, en Escocia, el contraste electoral en el norte y al sur de la isla puede poner de relieve la vocación europeísta de los escoceses, que, en caso de independencia, defienden el ingreso a la UE.
Unas predicciones volátiles // “Más allá de las predicciones, estoy seguro que mucha gente no decidirá el sentido de su voto hasta que llegue el momento del referéndum”, dice Manson mientras carga unas cajas de folletos de campaña al coche. En otras palabras, la situación puede cambiar al último momento, como pasó en las elecciones en el Parlamento escocés del 2011, cuando las encuestas no preveyeron la victoria de los nacionalistas por mayoría absoluta. De momento, a pesar de alguna conversa subida de tono, en el barrio de Stenhouse la gente ha encajado el debate con calma y cierta indiferencia. Y, así, asegurar cualquier resultado en el referéndum es tan osado como hacer la predicción meteorológica en un país donde el tiempo cambia cada cinco minutos. (Diari ARA, 21/01/2014)
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