“Luna no hay”, canta Maria Rodés en una de las canciones más evocadoras de Eclíptica, su cuarto disco publicado esta primavera. Hace unos días que lo he cargado a mi lista de preferidos de Spotify. No me he cansado de escucharla y os aseguro que con Luna o sin, Rodés se ha ganado algún lugar en el firmamento. Bien, de hecho ya lo tiene, porque cuando era pequeña descubrió que un cráter del satélite terráqueo llevaba su apellido. Así lo había decidido su tío bisabuelo Lluís Rodés, el meteorólogo y astrónomo jesuita que entre 1920 y 1939 dirigió el Observatorio del Ebro, incluidos por lo tanto, los tiempos convulsos de la Guerra Civil. Su personalidad científica, su prestigio universal —había estudiado en las principales capitales europeas— y su conducta rectilínea se hizo evidente en el minucioso dietario que escribió durante el conflicto. Desde su despacho, ubicado en la zona alta del observatorio, vio y describir con precisión como las bombas caían sobre Tortosa.
Ahora, fascinada por la historia de su antepasado, Maria Rodés ha releído los dietarios familiares y los ha utilizado como punto de partida para crear una decena de canciones que orbitan entre astros para hablar de la guerra, la espiritualidad o la astronomía. Musicalmente ‘Eclíptica’ es un álbum ecléctico en el cual cada canción es un mundo, alguna beben de la copla, otra de la cúmbia, otras son intimistas y experimentales. Las reflexiones sobre la Guerra Civil se notan en canciones como ‘Sirena’, ‘Noche Serena’ o ‘Luna no hay’, uno de los temas más redondos del disco. “[…] Reconstruir la desilusión, tantos sueños rotos que no culminarán […] Y entre las cenizas y estrías de cristal alguien tendrà que mirar si entre la ruinas asoma una señal de posteridad […]”, canta. Y a pesar de las tragedias que describe este es un disco luminoso, de contrastes permanentes, como la historia del siglo XX… como el Sol y la Luna. [Artículo publicado en el Setmanari l’Ebre, julio 2018]