“En política, no puedes esquivar las grandes decisiones, se les tiene que hacer frente”. Así de claro y contundente se pronunció ayer David Cameron, el primr ministro británico, en una entrevista a la radio de la BBC. “Cuando Alex Salmond y los nacionalistas escoceses ganaron las elecciones, en 2011, podía escoger. Podría haber ignorado sus demandas para celebrar el referéndum para la independencia e iniciar una gran lucha entre el gobierno de Westminster y el gobierno escocés de Edimburgo. Creí que lo correcto, para demostrar respeto hacía los votantes, era hacer un referéndum legal, decisivo y justo”, añadió el líder de los conservadores británicos. Cameron, que en enero del año pasado se comprometió a organizar un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido a la UE si gana las elecciones generales del 2015, también defendió la necesidad que la gente exprese su opinión. “Al final, no puedes mantener la gente en una organización contra su voluntad, y esto se aplica en el Reino Unido y a la UE. Por lo tanto, pienso que he tomado la decisión correcta al responder a estas cuestiones sobre el futuro del Reino Unido”, concluyó.
Precisamente, el futuro del Reino Unido en Europa y el referéndum para la independencia de Escocia son los dos temas que centran los discursos políticos en la campaña para las elecciones europeas que ha empezado esta semana. Y es que, a pesar del intento de no mezclar el debate identitario escocés y el europeo, todo el mundo tiene claro que las elecciones del 22 de mayo —los británicos votarán en jueves— servirán de termómetro para mostrar cuál es la fuerza del europeismo en Escocia y, también, para calcular el estado de opinión ante el referéndum independentista previsto para el 18 de septiembre. Por eso, los últimos días, el primer ministro escocés, Alex Salmond, ha querido poner énfasis en la idea que, con la independencia de Escocia, Europa puede ganar un socio entusiasta. Una idea que se tiene que interpretar como un pulso de fuerza al euroescepticismo de David Cameron, y, sobre todo, como respuesta a las declaraciones de febrero del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, según el cual la adhesión de una Escocia independiente a la Unión Europea sería “extremadamente difícil, sino imposible”. Po eso, en el mitin de apertura de la campaña electoral del Partido Nacionalista Escocés (SNP), Salmond dió un mensaje muy claro: “Escocia necesita voz propia en Bruselas. Un apoyo amplio a nuestro partido será el primer paso para conseguir la victoria del sí en septiembre y para demostrar que queremos continuar formando parte de la Unión”.
El discurso euroesceptico // Y al discurso identitario se superpone el debate sobre la permanencia del Reino Unido al club europeo. Más allá de la consulta sobre la salida de los británicos de Europa que propone Cameron, la verdadera sorpresa de estos comicios europeos es el crecimiento del apoyo al Partido Independentista del Reino Unido (UKIP) —conservador, populista y decididamente antieuropeo— que algunas encuestas sitúan como ganador en Inglaterra, solo unos puntos por encima del Partido Laborista. Aún así, la incidencia del UKIP en Escocia se prevé muy menor y no se cree que sobrepase el 10%, lejos del 33% al cual aspira el SNP o el 31% que los sondeos otorgan a los laboristas escoceses. “Estas diferencias de comportamiento electoral entre Inglaterra y Escocia pueden tener un impacto en el referéndum para la independencia. Si los escoceses interpretan que el éxito del UKIP en Inglaterra es la antesala a una consulta para la salida del Reino Unido de la Unión Europea, será más fácil que apoyen la independencia de Escocia”, explica el profesor Glenn Gottfried, coautor de uno de los estudios sobre intención de voto publicado por la Universidad de Edimburgo. Según este sondeo, el 48% de los escoceses estarían a favor de la permanencia a la UE, un porcentaje que en Inglaterra se reduce hasta el 37%.
A pesar del europeismo del que hacen gala los nacionalistas, en Escocia el índice de participación en los comicios europeos siempre se ha movido en la franja más baja de las estadísticas. El 2009 se situó en el 28%, el porcentaje más bajo del Reino Unido y por debajo de la media del 43% de la Unión Europea. “Sea verdadero o falso, estas elecciones se perciben como un simple trámite burocrático, sin influencia en la vida diaria de los ciudadanos. Es una idea muy arraigada y a pesar de que el 22 de mayo habrá una nueva variable en juego [la proximidad del referéndum por la independencia] no creo que la participación aumente”, explica Derek Hammersley, presidente del European Movement de Escocia. En todo caso, no está previsto que las elecciones del 22 de mayo cambien de manera sustancial el equilibrio actual de fuerzas en Escocia. De los seis parlamentarios que corresponden a la circunscripción escocesa, dos están en manos del SNP, dos más pertenecen a los laboristas, mientras que los conservadores y los liberales demócratas sólo disponen de un representante. Ahora bien, los sondeos sugieren que el Partido Liberal Demócrata perdería su única representación a favor del UKIP o el SNP. Independentistas escoceses y antieuropeos británicos se disputan, pues, un diputado en unas elecciones que a pie de calle se viven con indiferencia. Muy diferente será la cita con las urnas del 18 de septiembre.
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