En el último libro del escritor norteamericano Tim Armstrong abundan los viajes galácticos, las batallas espaciales y la música punk. Pero la novela Air Cuan Dubh Drilseach [En un mar negro luminoso] no sorprende tanto por su singular mundo literario como por la lengua que utiliza: el gaélico escocés, una lengua celta emparentada con el irlandés. “La ciencia-ficción es un género que me permitió hacer volar la imaginación y crear un mundo dónde por defecto todo el mundo hablara en gaélico”, explica Tim Armstrong, consciente que la realidad lingüística en Escocia es otra de muy diferente. Y es que en Escocia sólo el 1,1% de la población habla gaélico, poco más de 57.000 personas en un país de cinco millones y medio de habitantes que casi todos tienen el inglés como lengua principal.
Tim Armstrong, que nació en Nueva York y creció en Seattle, llegó a Escocia hace quince años. “Si hiciera el árbol genealógico seguro que encontraría algún antepasado escocés, pero vine a Escocia porque mi novia era de aquí”, explica. Apenas llegar, se familiarizó con la escena musical alternativa de Edimburgo y Glasgow, donde hizo amigos que hablaban gaélico. Con ellos creó Mill a h-Uile Rud (Destrúyelo Todo), un grupo de música punk en gaélico. “Habitualmente el uso del gaélico en música se reduce al folk, pero para nosotros cantar en una lengua minoritaria en registros alternativos era cool y antisistema”, recuerda. “Teníamos claro que la mayor parte del público no nos entendería, porque históricamente la comunidad lingüística en gaélico no ha estado ni en Glasgow ni en Edimburgo, sino al oeste de las Highlands escocesas y en las islas Hébridas. Pero no nos importaba, no teníamos objetivos comerciales”, asegura.
Mejor mal hablado que muerto // “En la música *punk las letras de las canciones acostumbran a ser muy simples. Pero, aún así, cuando escucho lo que escribí hace diez años detecto errores. Mi gaélico era muy malo, pero como dice un proverbio escocés: “Es preferible un gaélico mal hablado que muerto (Is fheàrr Gàidhlig bhriste na Gàidhlig sa chiste)”, comenta para justificarse. Con los años quiso mejorar su nivel de esta lengua y por eso se matriculó al Sabhal Mòr Ostaig, un college situado a la península de Sleat, en la isla de Skye, al noroeste de Escocia, y que tiene como lengua vehicular el gaélico: “Y aquel centro ya no lo he abandonado. Ahora trabajo de profesor e investigador. Como sociolingüista me he especializado en la evolución social de las lenguas minoritarias”.
“Debido a poco peso demográfico, el gaélico nunca podrá competir con el inglés como lengua de uso social, esto lo tenemos que asumir. Además, a diferencia de las lenguas indígenas de Irlanda y Gales, el gaélico escocés tiene muy poco peso en el imaginario nacional. De hecho, no se puede establecer una correlación directa entre lengua, identidad y creencias políticas. En el debate sobre el referéndum no hay una conexión evidente entre los hablantes del gaélico y el voto independentista”, explica Armstrong. Pero, a pesar de sus debilidades —o quizás precisamente por eso—, hay consenso político para proteger el gaélico. Los estudios recientes demuestran que las iniciativas institucionales de apoyo a la lengua, como mínimo, han parado la recesión. El 1755, desde que hay registros oficiales, cerca del 22% de la población lo utilizaba. Los últimos años, aún y la bajada colosal, el número de hablantes se ha estabilizado. El gobierno de Escocia y los ayuntamientos de las poblaciones donde el gaélico todavía se mantiene como lengua habitual han puesto en marcha una red de escuelas dónde —en varios grados de profundización— se promueve la inmersión lingüística. Hace seis años, además, nació BBC Alba, el canal en gaélico de la cadena pública británica, y el 1985, Radio Nan Gàidheal. Dos servicios públicos que el Partido Nacionalista Escocés se ha comprometido a mantener en caso de independencia. “Se vote independencia o no, la situación del gaélico no cambiará mucho. Por lo tanto, desde el punto de vista exclusivamente sociolingüístico, el futuro político me interesa relativamente. De hecho, a pesar de que ya hace quince años que soy aquí, no podré votar en el referéndum, porque no tengo la nacionalidad británica. Los norteamericanos lo ponemos tan difícil a la hora de otorgar papeles a los inmigrantes que países como el Reino Unido nos acaban pagando con la misma moneda”, concluye Tim Armstrong con un cierto punto de resignación.
(Roger Cros / Oriol Gracià / Diari ARA). Otros perfiles de la série: “Bienvenidos a casa, convoy stoppers” – Escocia. Retratos (1) // “Gaélico escocés de ciencia-ficción” – Escocia. Retratos (2) // “Periodismo comprometido” — Escocia. Retratos (3) // “Más vikingos que celtas” – Escocia. Retratos (4) // Cura y asesor de Mel Gibson – Escocia. Retrats (5) // El último whisky escocés familiar – Escocia. Retratos (6)