La mañana del 11 de septiembre del 1297, los soldados del Ejército de Inglaterra ya se habían instalado al sur del río Forth, en una zona de humedales en las afueras de la ciudad escocesa de Stirling. Entre jinetes, arqueros y, sobre todo, cuerpos de infantería, se podían contar alrededor de 13.000 hombres. Y mientras los ingleses se preparaban para la batalla, desde la montaña de Abbey Craig, en la otra banda del río, William Wallace se miraba el despliegue militar del enemigo desde la distancia y con serenidad. Ellos, los escoceses, sólo disponían de 2.300 hombres —la mayor parte, labradores y con poca formación militar—, pero a Wallace ni la inferioridad numérica ni la carencia de recursos le hacían miedo.
Para los de Inglaterra, ganar a un ejército mal preparado que ni siquiera llegaba a los 3.000 soldados tenía que ser fácil. Alguien dudaba de la victoria de una de las fuerzas militares más bien preparadas de Europa? Con este sentimiento de superioridad, el Ejército inglés se había tomado aquella batalla como un simple trámite. Y estaban tan convencidos que aplastarían la revuelta escocesa, que el rey Eduardo I de Inglaterra ni siquiera se había desplazado a Escocia: ocupado en sus campañas militares en Francia, había delegado aquel trabajo a John de Warenne, conde de Surrey, y a Hugh de Cressingham, un aristócrata gordo y corpulento que gestionaba las finanzas del rey. Pero no todos los ingleses tenían clara la victoria. Walter de Hemingford, uno de los caballeros del Ejército, detectó errores en la planificación del ataque y así lo hizo saber a sus superiores: “Señores, ya sabéis que para llegar al enemigo habrá que cruzar el río por un puente de madera estrecho y peligroso. Dadme sólo quinientos hombres a caballo y algunos a pie, y organizaré el ataque al flanco enemigo desde nuestra orilla del río, para cubriros. Así nos aseguramos que podréis cruzar el puente con seguridad”. Pero Hugh de Cressingham lo miró con desprecio y respondió con tono arrogante: “Por qué hay que retrasar todavía más la guerra y malgastar el dinero de nuestro rey con nuevas estrategias? Tenemos prisa, déjanos luchar, es nuestro deber”. (Continúa en la revista Sàpiens núm. 138 (Enero 2014) // Imagen: www.educationscotland.gov.uk)
Muy buena la información! Gracias por compartir