La película Braveheart, dirigida y protagonizada por Miel Gibson en 1995, puso Escocia en el mapa. Pero esto no quiere decir que gustara a todo el mundo. “Fue una producción fantástica desde la óptica cinematográfica, pero estaba llena de errores históricos que hicieron enfurecer algunos académicos”, explica el padre John Angus Macdonald. De hecho, gracias a él este film sobre la vida del héroe medieval escocés William Wallace fue algo más riguroso.“La primavera del 1994 yo era cura en el pueblo de Fort William, al oeste de las Highlands. Muy cerca, en la montaña del Ben Nevis, se tenía que rodar la escena del entierro del padre de Wallace. Los de producción, un poco a la desesperada, buscaban alguien que hablara latín para ayudar el actor que tenía que hacer de cura, porque no se aclaraba con la fonética del idioma. Y sin pensármelo me encontré en medio del rodaje, durante tres días, al lado mismo de Miel Gibson”. Pero a punto de empezar el rodaje, John Angus no dudo en hacer parar las máquinas para alertar el director de una anacronia: el actor que hacía de cura aparecía leyendo el libro de la Biblia. “Nadie se había dado cuenta que en el siglo XIII la imprenta todavía no había llegado a Europa!”, exclama. Gibson le dio la razón y la escena, finalmente, se rodó sin libro.
El padre Angus explica la anécdota con un castellano culto y erudito. Sólo un ligero acento escocés lo delata. “Es mi español de Valladolid. Passé seis años en esa ciudad”, comenta. Y es que como muchos curas católicos de Escocia, él también estudió en el Royal Scots College de la capital castellano-leonesa. “Suena un poco extraño, pero tiene una explicación. El 1560, después de la reforma protestante, el Parlamento escocés prohibió el catolicismo y para garantizar la formación de sacerdotes la Iglesia católica en Escocia fundó tres seminarios en otros países: uno en París, uno a Roma y uno en Madrid, que más tarde se trasladaría a Valladolid. Y a pesar de que en Escocia el catolicismo se legalizó el 1793, hemos mantenido la tradición de ir a estudiar en España, Francia o Italia”, relata.
Las antiguas disputas religiosas, pero, no han acabado de desaparecer: “Hasta no hace mucho relacionarse con curas otras doctrinas del cristianismo estaba muy mal visto. De hecho, la identidad escocesa, en buena medida, se ha construido sobre el lastre de los enfrentamientos religiosos”. En el siglo XVI los presbiterianos escoceses se erigieron como Iglesia oficial, en contraposición a los anglicanos de Inglaterra y a los católicos del sur de Europa. Es más, el 1707, con la unión con Inglaterra y la desaparición del Parlamento, la única institución que realmente vertebró Escocia fue la Asamblea General Presbiteriana, que se convirtió en un tipo de gobierno a la sombra. “Durante siglos la Iglesia guió la conciencia de la nación escocesa y ayudó a cohesionar el territorio”, añade. Ahora, ya retirado, el padre Angus vive en una casa de campo entre Killis y Kenmore, a la orilla del lago Tay, al centro de Escocia. Continúa celebrando misa cada día, y también trabaja en la traducción del Nuevo Testamento al gaélico escocés, que es su lengua materna. “Ahora sólo hay una versión del texto en gaélico irlandés, que forma parte de la llamada Biblia de Bedel, que además de estar escrita en la variante irlandesa utiliza un lenguaje barroco lejos del habla actual. Es un proyecto en el cual estamos implicados dos priores presbiterianos, un prior de la Iglesia libre y yo, que soy católico”, dice, para probar que los últimos años la tensión entre las diversas doctrinas ha empezado a disminuir.
‘No’ con sentimiento identitario // Unas enemistades históricas que se diluyen coincidiendo con la pérdida de influencia social y política de las religiones. Añun así, la Asamblea General Presbiteriana todavía es una institución clave en Escocia y la gente espera su posicionamiento en asuntos de actualidad. En una reunión el mayo pasado en Edimburgo, sus representantes emitieron un comunicado para invitar los fieles a participar en el referéndum sobre la independencia del 18 de septiembre, pero sin aconsejar ninguna opción de voto. “Yo votaré no. Me siento profundamente escocés, pero los vínculos con el Reino Unido son tan profundos que no veo la necesidad de independizarnos”, dice decidido el padre Angus. En Escocia, pues, el sentimiento identitario y el voto por la independencia no van necesariamente cogidos de la mano.
(Roger Cros / Oriol Gracià / Diari ARA). Otros perfiles de la série: “Bienvenidos a casa, convoy stoppers” – Escocia. Retratos (1) // “Gaélico escocés de ciencia-ficción” – Escocia. Retratos (2) // “Periodismo comprometido” — Escocia. Retratos (3) // “Más vikingos que celtas” – Escocia. Retratos (4) // Cura y asesor de Mel Gibson – Escocia. Retrats (5) // El último whisky escocés familiar – Escocia. Retratos (6)